Hay dos niveles de “nada”, la nada absoluta y la nada
relativa, y dos niveles de “algo”, el algo intangible y el algo tangible.
La nada absoluta es la conciencia de que salvo la existencia
absoluta de Dios todo es nada y que la existencia absoluta de Dios es
absolutamente incomprensible. La nada relativa es el estado de la nada que
precede a la creación ex-nihilo. El algo intangible es el aspecto de la
realidad que no podemos experimentar directamente. El algo tangible es el
aspecto de la realidad que podemos experimentar directamente.
Los términos hebreos para “nada absoluta”, “nada relativa”,
“algo intangible” y “algo tangible” (tal como aparecen en los textos clásicos de
la Cabalá y el Jasidut, cuando los conceptos están destinados a ser
distinguidos el uno del otro) son efes (אפס),
ain (אין), iesh (יש) y mamash (ממש), respectivamente.
Éstos corresponden a las sefirot supremas de la siguiente
manera: nada absoluta – Corona (en particular, la dimensión interior de la
corona supra-consciente), nada relativa – Sabiduría (en particular, la
sabiduría contenida dentro de la dimensión exterior de la corona, el origen
supra-consciente de la sabiduría revelada), algo intangible – Entendimiento (la
conceptualización bien definida); algo tangible – Reinado (la realidad tal como
la experimentamos).
Los dos niveles de la nada están aludidos en el Nombre
Divino que Dios reveló a Moshé antes del Éxodo de Egipto: “Seré el que Seré” (אהיה אשר אהיה,
Ehié asher Ehié). “Seré” implica que aún no hay un estado definido del ser, que
el ser es aún potencial, no real. Hay dos estados de “potencial”, “el potencial
no-existente” (העלם שאינו במציאות, Haelem sheeinó bemetziut) y “el potencial
existente” (העלם שישנו במציאות, haelem sheieshnó bemetziut), que
corresponden a los dos estados de la nada (nada absoluta y nada relativa,
respectivamente) y las dos veces que “Seré” en el nombre que Dios reveló a
Moshé (antes del Éxodo, los judíos se encontraban en un estado potencial, el
potencial de convertirse en pueblo elegido de Dios).
El algo intangible corresponde al Nombre esencial de Dios
(relacionado a Su atributo de misericordia), Havaiá (‘הוי), que literalmente significa “ser” (implicando
que el ser se ha vuelto algo real, que puede ser conocido). Iaakov, después de
despertar de su sueño de la escalera (que simboliza la oración), que va de la
tierra al cielo, dijo: “Havaiá está ['יש
הוי, Iesh Havaiá] en este
lugar”, afirmando explícitamente que Havaiá es “algo” (יש, iesh).
El algo tangible corresponde al Nombre de Dios Elokim (אלהים), el Nombre que aparece
exclusivamente en el relato original de la creación (cuya guematria es igual a
la de “la naturaleza” [הטבע,
hateva], la realidad tal como la experimentamos).
En resumen:
Grado del Ser
|
Sefirá
|
Nombre de Dios
|
|
Nada absoluta (אפס, efes)
|
Corona
|
אהיה
|
(potencial inexistente)
|
Nada relativa (אין)
|
Sabiduría
|
אהיה
|
(potencial existente)
|
Algo intangible (יש)
|
Entendimiento
|
“הוי
|
|
Algo tangible (ממש)
|
Reino
|
אלהים
|
|
“Seré el que Seré” = 543; Havaiá =
26; Elokim = 86. Todos juntos equivalen a 655 = El Santo Bendito Sea (הקדוש ברוך הוא,
Hakadosh Baruj Hu), la connotación general de Dios usada por los sabios.
Al añadir 655 a los cuatro términos básicos que corresponden
a los Nombres de Dios, nada absoluta (efes, 141), nada relativa (ain, 61), algo
intangible (iesh, 310), y algo tangible (mamash, 380) = 1547 = 7 veces 13 veces
17 = Havaiá (26), más los 27 rellenos posibles de Havaiá (que suman en total
1.521 = 39 [“Havaiá es Uno”, הוי
'אחד, Havaiá Ejad] al
cuadrado). De esto podemos concluir que todo es Havaiá (y “Havaiá es Uno”).
Hacer Brillar la Luz del Mentor
ago 10th, 2011
El Vidente de Lublin dijo una vez: “entre mentor y mentor
(Rebe y Rebe) no puedo diferenciar y no quiero diferenciar. Entre discípulo y
discípulo (talmid y talmid) puedo diferenciar, pero noquiero diferenciar.”
Los dos mentores a los que se refería eran el Arizal y el
Baal Shem Tov. Los dos discípulos a los que se refería eran el rabino Jaim
Vital (el más grande de los discípulos del Arizal) y el rabino Dov Ber, el
Maguid de Mezritch (el más grande de los discípulos del Baal Shem Tov).
El ejemplo clásico de un maestro y su discípulo en la Torá
son Moshé y Ioshua. La relación entre los dos es interpretada por los sabios
como: “El semblante de Moshé es como el sol, mientras que el semblante de
Ioshua es como la de la luna”.
La luna recibe su luz del sol y la refleja a la tierra,
iluminando así la noche que si no sería oscura, el momento cuando el sol y su
luz desaparecen de nuestros ojos humanos. La noche sigue siendo noche (nadie la
confundiría con el día), pero gracias a la luna y su luz, podemos ver por dónde
vamos.
Del mismo modo, el discípulo refleja la luz de su mentor en
el mundo en un momento o en una situación en que el mundo no puede recibir la
gran luz del mentor directamente de la fuente.
En el principio Dios creó dos grandes luminarias, el sol y
la luna, pero después disminuyó la luz de la luna con el fin de que se
distinguiera entre el día y la noche. El profeta Isaías dice que en el futuro,
la luz de la luna volverá a ser tan brillante como la luz del sol, que a su vez
será más brillante que como era al principio de la creación.
Y así, a medida que nos acercamos a la época del Mashíaj, el
nivel del discípulo asciende para acercarse al del mentor (hasta que, al final
el Mashíaj y su discípulo estén al mismo nivel). El discípulo fiel y dedicado
continúa recibiendo su luz de su mentor, así como la luna recibe su luz del
sol, pero él logra hacer brillar toda la luz de su mentor al mundo (en cierto
sentido, incluso mejora la calidad de la luz, haciéndola más accesible para el
público en general).
9 de Av: El Iohrzait del Vidente de Lublin
ago 10th, 2011
El Vidente de Lublin falleció, a la edad de 70 años, el 9 de
Av 5575 (1815), un día de luto nacional, pero también, de acuerdo con los
sabios, el nacimiento del Mashíaj. Mucho antes de su muerte dio a entender a
sus seguidores que fallecería el día 9 de Av.
El Vidente de Lublin, el mentor de casi todos los líderes de
las principales dinastías jasídicas en Polonia a principios del siglo 19 (según
la tradición, 120 Rebes jasídicos fueron sus discípulos), fue uno de los
grandes tzadikim que, como el de Rebe Lubavitch en nuestra generación, debido a
su infinito amor y compasión para con el pueblo judío, dedicó su vida con
entrega total (hasta el punto de enfermarse físicamente…), a traer al Mashíaj
¡ahora!
En cabalá, la muerte de un tzadik se entiende como la
elevación de las “aguas femeninas” (el anhelo existencial del alma del tzadik
de abandonar los confines del cuerpo físico, y regresar a Dios y formar de Él)
que despiertan desde lo alto el descenso de las “aguas masculinas” (la
excitación de Dios, por así decirlo, para impregnar la realidad con un “nuevo espíritu”
de un gran tzadik, que hará brillar una “nueva luz” al mundo).
Y por lo tanto, es muy apropiado que el día del
fallecimiento del Vidente de Lublin (el día más triste del año), el alma del
Mashíaj (la más feliz de todas las almas, las letras de Mashíaj [משיח] permutan para deletrear
“será feliz” [יִשְמַח,
ismaj] y “hará felices a los demás” [יְשַמַח,
isamaj]) nace, o mejor dicho, es concebida en el plano espiritual.
De acuerdo con los sabios, desde la concepción hasta “la
formación del feto” (cuando las características principales del feto están bien
definidas en la matriz) pasan 40 días. 40 días a partir del 9 de Av, nos lleva
al 18 de Elul.
El 18 de Elul de 5369 (1609), falleció el Maharal de Praga.
Ese mismo día, 89 años después (el 18 de Elul de 5458), nació el Baal Shem Tov.
47 años después, el mismo día (el 18 de Elul 5505), nació el Rebe Shneur Zalman
de Liadi, el primer Rebe de Lubavitch.
De forma análoga, Moshé falleció el 7 de Adar, el día de su
cumpleaños, a la edad de 120 años. Se nos enseña que no sólo había nacido
exactamente 120 años antes de su fallecimiento, sino, que él en realidad nace
nuevamente todos los años ese mismo día, el 7 de Adar.
Así vemos que la muerte de un tzadik y el nacimiento (o
concepción) de un nuevo tzadik van de la mano. El nuevo tzadik refleja la
esencia de la más profunda devoción del primer tzadik en vida. Y por lo tanto,
si el primer tzadik sacrificó su vida para traer al Mashíaj, como lo hizo el
Vidente de Lublin, entonces, efectivamente, el Mashíaj nace (es concebido) el
día de su ascensión al cielo (como en la concepción que tiene lugar en la unión
matrimonial).
La desaparición del Vidente de Lublin está asociado entonces
con la “desaparición” de la Presencia Divina del Templo Sagrado de Ierushalaim
el 9 de Av (el día de la destrucción del Templo – sólo su cuerpo físico murió”,
pero su alma ascendió al cielo) para estimular a Dios a traer al Mashíaj (quien
permeará la realidad con la revelación Divina, trayendo la redención, la paz y
el bien a todos) – ¡ahora!
Uniendo los Cuatro Elementos en el Alma
ago 9th, 2011
Los dos elementos fuego y agua se unen en el Templo. Los dos
elementos aire y tierra se unen en la Tierra de Israel.
En el Templo ofrecemos sacrificios a Dios. Los sacrificios
ascienden en llamas en el altar. La Torá llama “fuegos” a los sacrificios.
Cuando ofrecemos un sacrificio, nos percibimos ardiendo y siendo consumidos por
Dios (a los sacrificios también se les conoce como el “pan” de Dios).
Experimentamos amar a Dios con todas nuestras fuerzas, no sólo estar listos
para entregar nuestra vida por Dios (si así Él lo desease) sino la de ser de
hecho consumidos por Él, transformándonos en una parte de Su esencia (tal como
el alimento se vuelve parte del cuerpo) – el más alto nivel del amor por Dios.
El servicio del Templo alcanza su ápice en la festividad de
Sucot, “el tiempo de nuestra alegría”. Sacrificios son ofrecidos en abundancia,
incluyendo 70 vacas, una por cada nación de la tierra (haciendo de Sucot una
festividad universal). Sin embargo, la alegría de Sucot no llega a su punto
máximo con el sacrificio de los animales en el altar, sino al verter aguas
vivas (es decir, de manantial) en el altar. Se dice de estas aguas que son
atraídas con alegría de “los manantiales de de la salvación.”
En el Templo del futuro (descripto por Iejezkel, que
contemplamos y por el cual rezamos y meditamos todos los días) una pequeña
fuente de agua mana desde el Santo de los Santos. A medida que pasa a través de
los límites del Templo y sale del Monte del Templo crece más ancha y profunda
hasta que se convierte en un caudaloso río que desemboca en el mar y endulza
todas las aguas sobre la tierra, trayendo salud y prosperidad a toda la
humanidad.
En el lenguaje de Jasidut, el fuego del Templo es la
experiencia de que “Dios es todo” (no hay nada más que Dios, no existe nada más
que Él), mientras que el agua del Templo es la experiencia de que “todo es
Dios” (toda la realidad es Divina en esencia, y si “todo es Dios,” entonces
todo es bueno y dulce –ya no existen aguas amargas sobre la faz de la tierra).
De la Tierra de Israel está dicho: “El aire de la Tierra de
Israel nos hace sabios”. El aire de Israel es propicio para que nos volvamos
sabios en la sabiduría de la Torá, como está dicho “no hay Torá, como la Torá de
la Tierra de Israel”. La sabiduría es penetrar en las profundidades de la
realidad (los secretos de la creación) y un sentido profundo de la intuición de
la causa y el efecto en nuestra vida.
La tierra de la Tierra de Israel es sagrada. Los sabios
preguntan: “¿Por qué se la llamó ‘tierra’ [ארץ,
eretz]?” Ellos responden: “Porque deseó [רצתה,
ratztá] hacer la voluntad [רצון,
ratzón] de su Creador”. La “Tierra” fuera de Israel también alude a la
“voluntad”, pero una voluntad que no está alineada esencialmente con la
voluntad de Dios, como lo está la voluntad innata de la Tierra de Israel.
Y así, el aire de Israel es la fuente de la sabiduría,
mientras que la tierra de Israel es la fuente de lavoluntad rectificada. La
voluntad y la sabiduría son las dos propiedades más fundamentales del alma (que
corresponden a las primeras dos sefirot). La Tierra de Israel nutre a ambas,
como una madre amamanta a su hijo. En contraste, la experiencia en el Templo es
experimentar realmente de forma “madura” a Dios Mismo (más allá de la
rectificación de nuestra propia alma).
“Crecemos” en la Tierra de Israel,
respirando su aire y pisando su tierra, y luego llegamos al Templo para ver a
Dios (fuego) y ser vistos por Él (agua).
Tres Razones Para Honrar A Tus Padres
ago 8th, 2011
El nombre de este mes, Av, significa “padre”. Este es el mes
para conectarse con nuestros padres (padre y madre) y honrarlos.
“Honrar a tu padre y a tu madre…” es
el quinto de los Diez Mandamientos. Los sabios enseñan que Dios ha puesto el
honor de nuestros padres antes incluso de Su propio honor.
¿Por qué honrar a nuestros padres es
una mitzvá tan grande? Se dan tres razones:
1. Han hecho tanto por mí…. Sin ellos no estaríamos aquí,
por no mencionar el interminable esfuerzo e inversión de recursos que pusieron
en mi formación.
2. Honrar a mis padres es reconocer, fortalecer y arraigar
profundamente en mi conciencia la tradición judía que me heredaron, ya que esta
tradición desciende y se desarrolla de generación en generación.
3. Honrar a mis padres es en esencia honrar a Dios, porque
Su Luz Infinita –el poder de la procreación– se invistió en ellos cuando me
concibieron. Ellos reflejan para mí la presencia del Creador Todopoderoso.
En el Zohar encontramos que “Israel, la Torá, y el Santo
bendito sea Él son uno”. Las tres razones para honrar a los padres, según el
orden anterior, corresponde a Israel, la Torá, y Dios, respectivamente.
La primera razón es que mis padres merecen que los honre de
la misma manera que cualquier persona que me haya brindado bondad y amor. Al
honrar a mis padres les expreso mi más sincero agradecimiento. Ellos
representan para mí el ideal de la devoción de un alma por la otra. Y
consecuentemente reflejan en mi conciencia la esencia de mi pueblo, Israel, de
quien se dice, “Todo Israel son amigos”. En este sentido, honrar a mis padres
es honrar a Israel, el pueblo al que pertenecen. De acuerdo con esta razón, la
mitzvá de honrar a los padres es una mitzvá “entre hombre y hombre”.
La segunda razón corresponde claramente a la Torá. De acuerdo
a esta, veo a mis padres como un enlace (el enlace más próximo a mí) en la
cadena de la tradición de la Torá desde nuestros patriarcas, Abraham, Itzjak y
Iaakov, hasta el presente. En hebreo las palabras “padre” (הורה,horé) y Torá (תורה) son afines. Un padre de
familia es, pues, aquel que me entrega la Torá.
La tercera razón corresponde a Dios, quien invistió Su Luz
Infinita en mis padres cuando me concibieron y todavía puede ser vista como
presente en ellos. De acuerdo a esto, la mitzvá de honrar a los padres es una
mitzvá “entre el hombre y Dios”. Veo a mis padres y veo la Divinidad reflejada
en ellos. Y así, al honrar a mis padres en el plano físico, en cierto sentido
adoro a mi Creador, mi Padre Celestial, en el plano espiritual. Sólo un alma judía
es capaz de hacer esta distinción, sin caer en lo que podría ser equivalente a
la idolatría, adorar a nuestros padres físicos, Dios lo prohíba. Es por eso
que, según esta opinión, honrar a nuestros padres no es uno de los siete
mandamientos para los hijos de Noaj otorgados a toda la humanidad, aunque sin
duda es uno de los atributos más loables de cualquier ser humano. De hecho, los
sabios traen el mejor ejemplo de honrar a los padres en la historia de Dama ben
Natina, un no-judío (pero que al final tomó una piedra de la tumba de su padre
y la erigió como un ídolo).
¿Si No Puedes Verlo No está Allí?
ago 1st, 2011
Una importante regla talmúdica dice: “’No lo vimos’ no
prueba [que no existe o que no sucedió]”.
En hebreo, “vista” (רְאִיָה,
reiá) y “prueba” (רְאָיָה,
reaiá) – ambos de la raíz “ver” (ראה)
– se escriben igual pero se vocalizan de manera diferente.
Cuando dos testigos calificados (casher) ven un evento y lo
atestiguan en la corte, sirve como prueba suficiente de que el evento en verdad
ocurrió. Pero como regla, si testifican “no vimos” –por ejemplo, que la vecina
a quien vemos a diario se casó– no sirve como prueba de que no ocurrió.
La razón detrás de esta regla es que no todo lo que existe y
sucede (incluso a nivel macroscópico) es legible y necesariamente visible para
el ojo humano. Tal vez la chica se casó, pero en privado, en secreto.
La extensión de esta regla nos enseña que existe un mundo
oculto (עלמא דאתכסיא, alma ditkasia) detrás
del mundo revelado (עלמא דאתגליא, alma ditgalia) en el
que vivimos y que vemos.
Por lo tanto podemos concluir que la vista y la prueba son
iguales sólo en una dirección: Ver algo es una prueba de su existencia, pero no
verlo no es una prueba de su inexistencia.
Pero uno puede argumentar que esto no es muy satisfactorio.
Si las dos palabras son la misma en hebreo, el lenguaje de la creación,
consecuentemente, en algún plano la vista debe ser una condición necesaria (es
decir, un antecedente cuya negación supone la negación de la consecuencia) como
prueba de la existencia. En otras palabras, en ese plano, si no ves algo es una
prueba de que no existe!
Este es por cierto el ideal del futuro, el nivel de la
visión (de todo) que alcanzaremos en el tercer Templo eterno, donde llegaremos
a ver y seremos vistos por Dios (que es uno y todo). Acercarse a este ideal
–reconstruir en nuestra conciencia del Templo Sagrado– es el servicio
espiritual del mes de Tamuz, el mes asociado en Cabalá con el sentido de la
vista.
El Ojo De La Mente, El Ojo Del Corazón
jul 26th, 2011
Tanto la mente como el corazón poseen un “ojo interior”. En
Shabat, el ojo interior de la mente se abre para ver la Divinidad en meditación
contemplativa. En el Templo el ojo interior del corazón se abre para ver a la
Divinidad en la oración sincera.
El verso dice: “Y harán para Mí un santuario y Yo moraré
dentro de ellos”. Y los sabios lo interpretan: “no dice ‘en dentro suyo’
(implicando que la Presencia Divina morará solamente en el interior del
santuario físico) sino que ‘dentro de ellos’ –en el punto más interno del
corazón de cada judío”.
Aunque está prohibido para el no-judío observar (cumplir
todas las leyes de) Shabat, el Templo intenta ser “una casa de oración para
todas las naciones”. Cuando un no-judío llega al Templo Sagrado de Ierushalaim
a volcar su corazón al Dios de Israel en oración, experimenta la Presencia
Divina que reside en el Templo. La increíble experiencia de entrar en el
santuario de Dios llevó a muchos no-judíos (incluso aquellos que sólo vinieron
a ‘hacer una visita’ al Templo judío) a convertirse al judaísmo.
El tiempo del exilio posterior a la destrucción del Templo
físico (debido a nuestros pecados), es una época en que “ya no vemos nuestras
señales [de Divinidad revelada]”. En el Cantar de los Cantares está descripto
como un tiempo en que “Yo estoy dormido, pero mi corazón está despierto”. En el
sueño los ojos se cierran, y lo mismo ocurre durante el exilio, el ojo interior
del corazón se cierra en el plano consciente del alma (“estoy dormido”), no
obstante queda abierto y despierto en el plano inconsciente (“sin
embargo, mi corazón está despierto”). La experiencia inconsciente del ojo
interior del corazón es lo que nos inspira y motiva, mientras permanecemos en
exilio, a dedicar nuestras vidas a la Torá y las buenas acciones.
En Cabalá, el Shabat es sabiduría (que correspondiente a la
iud del Nombre esencial de Dios), y “la sabiduría es la (experiencia primaria
de la) mente”. El Templo es entendimiento (que corresponde a la primera hei de
Havaiá), y “el entendimiento [permea] el [la experiencia del] corazón”. La
sabiduría está por encima del tiempo, y de igual manera el Shabat se queda con
nosotros para la eternidad (porque la esencia de la mente y la experiencia de
su ojo interno son inmutables). Ahora el lugar del Templo visible (el
entendimiento se asocia con “lugar”) está desolado (los juicios severos son
manifestaciones del entendimiento, no de la sabiduría y de la experiencia del corazón y las
facultades de su ojo interno, a veces reveladas y a veces ocultas), pero pronto
será reconstruido con la llegada del Mashíaj. Entonces atestiguaremos la
Divinidad con el ojo interior de nuestro corazón a un nivel superior y más
esencial del que puede ser presenciado por el
ojo interior de la mente.
El Temor del Templo
jul 24th, 2011
“Guarda Mis días de Shabat y siente
temor de Mi Templo.” ¿Qué tienen en común el Shabat y el Templo? Ambos se
relacionan con el sentido de la vista.
El verso “Observa Mis días de Shabat y siente temor de Mi
Templo, Yo Soy Dios” (את שבתתי תשמרו ומקדשי
תיראו אני הוי) aparece de manera idéntica en dos ocasiones
en la Torá. Las letras iniciales de las 7 palabras del verso (א ש ת
ו ת א
י) equivalen a 1118 =
“Oye, Israel, Havaiá es nuestro Dios Havaiá es Uno” (שמע ישראל
הוי ‘אלהינו הוי’ אחד), nuestra declaración de fe
que se nos ordena repetir dos veces al día –mañana y tarde, ya sea en un estado
(físico y psicológico) de luz o en un estado de oscuridad. 1118 es el mínimo
común múltiplo de 26, Havaiá, y 86, Elokim, los dos Nombres de Dios (el primero
corresponde a Su trascendencia y el segundo a Su inmanencia) que unimos en el
Shemá. El resto de las letras del verso (ת
בתתי שמרו מקדשי יראו
ני הוה) equivalen a 2505 = 15 (el
Nombre de Dios, Kah, י-ה) veces 167, el valor de
“Havaiá es nuestro Dios Havaiá es Uno” (הוי
‘אלהינו הוי’ אחד).
En Jasidut se nos enseña a meditar que la primera palabra
del Shemá: “Escucha (Israel…)” ([שמע
[ישראל…)
se refiere a la frase de Isaías: “Alzad vuestros ojos, (y ved a quien los ha
creado)” ([שאו מרום עיניכם [וראו
מי ברא אלה). Al hacer esto llevamos el sentido de la
vista al sentido del oído (entendimiento).
Explicamos anteriormente la relación de Shabat con la vista.
En cada uno de las tres festividades anuales se nos ordena venir al Templo
Sagrado para poder ser visto por Dios y que Lo veamos a Él, por así decirlo.
Este es uno de los 613 mandamientos de la Torá, el mandamiento de “ver” (מצות ראיה). El temor reverencial del Templo es el temor
de la experiencia de atestiguar directamente la Divinidad y sentirnos ser
vistos a nosotros mismos por Su misma esencia.
Ahora tomemos cada tercera letra en el versículo anterior:
את שבתתי תשמרו ומקדשי
תיראו אני י – ה
– ו – ה
Las últimas cuatro de las diez letras enfatizadas deletrean
la palabra “vista” (ראיה),
a partir de la reish de “temer” (nótese que “temer” y “visión” se derivan de la
misma sub-raíz de dos letras, resh alef, רא)
y concluyendo con la primera letra y la última de la palabra final del verso,
el Nombre esencial de Dios, Havaiá. La guematria de las diez letras
enfatizadas, 1332, es la del verso que precede a los Diez Mandamientos, cuando
experimentamos la unión de los dos sentidos de la vista y el oído (“Y todo el
pueblo vio las voces”, וכל
העם ראים את הקולת):
“Y dijo Dios todas estas cosas que diciendo” (וידבר
א-להים את
כל הדברים האלה לאמר).
Observando el Shabat
jul 24th, 2011
El Shabat en relación al resto de los días de la semana es
como la vista al oído. Durante toda la semana las vibraciones Divinas llenan mi
corazón, en Shabat, veo la Divinidad.
En el Zohar aprendemos que la palabra “Shabat” (שבת), representa el secreto de
los ojos. Los tres brazos de la primera letra, shin (ש), aluden a los tres patriarcas y a los tres
colores asociados con sus atributos espirituales (bondad, poder y belleza) que
aparece en los ojos –la parte blanca del ojo (לבן),
las venas rojas que se pueden ver en “mar” blanco del ojo (אדום), y el color de ojos de la
persona (al que se llama genéricamente “amarillo verdoso” ירוק). Las letras bet y tav de
Shabat deletrean la palabra “bat”, que literalmente significa “hija” (que
corresponde en la Cabalá a lasefirá del reinado, personificado por el Rey
David, la cuarta “rueda” de la Carroza Divina, simbolizada aquí por los cuatro
colores de los ojos), se refiere a la pupila negra (שחור, shajor) del ojo (בת עין,
bat ain).
Los valores numéricos de los cuatro colores presentes en el
ojo (a los que se alude en la palabra Shabat), la Carroza Divina de los ojos
(revelado en el día de Shabat) –blanco (לבן,
82, laván), rojo (אדום,51,
adom), amarillo verdoso (ירוק,
316, iarok), negro (שחור,
514, shajor) – añadir a 963, la guematria de la frase en la que “la vista”
aparece por primera vez en la Torá: “Y Dios vio que la luz era buena” ( וירא אלהים את
האור כי טוב, Vaiar Elokim et haor ki tov).
Después del pecado original, Adam y Java escucharon “la voz
de Dios,” caminando por el jardín. Escucharon a Dios que les hablaba y Le
contestaron. Esta es la conciencia de “oir”, la altura de nuestra conciencia de
la Divinidad (Dios y Su Divina Providencia) es nuestra vida posterior al pecado
original, la conciencia de los días de la semana, los días de trabajo (“Con el
sudor de tu frente…”).
Pero en Shabat regresamos al estado prístino de la
conciencia de Dios como lo era antes del pecado original (y que será universal
en el futuro). En la terminología de la Cabalá, entre semana nuestra conciencia
está en el nivel de comprensión (“escuchar” en hebreo también significa
“entendimiento”), mientras que en Shabat nuestra conciencia se eleva al nivel
de la sabiduría (visión directa de los misterios de la creación ocultos en de
la realidad, y en el “misterio de misterios,” el Creador de la realidad, la
Realidad verdadera y absoluta).
Entre semana todo lo que nos pasa, todo lo que vemos y
oímos, nos “habla” de Dios y Su Providencia. En Shabat no se nos tiene que
hablar de Dios, Lo experimentamos directamente.
Existen dos excepciones de esta distinción entre Shabat y
los días de semana, cuando elevamos dos veces la conciencia de Shabat durante
el tiempo mundano de la semana. El Arizal enseña que nuestra conciencia durante
el rezo, todos los días de la semana tres veces al día, está al nivel de
Shabat. Los momentos de rezo, cuando nos volvemos hacia Dios y nos dirigimos de
Él directamente, son Shabat puesto que su luz brilla y permea la semana.
También, en el Zohar se llama Shabat al verdadero erudito en
la Torá. Constantemente en comunión con Dios mediante Su Torá (que es una con
Él) experimenta la conciencia del Shabat toda la semana.
Es más Difícil ver lo Bueno en una Mala Persona que Ver lo
Malo en una Buena Persona
jul 23rd, 2011
“Bueno en lo malo” (טוב ברע, tov berá) = “malo en lo bueno” (רע בטוב, ra betov) equivale a 289 = “bueno” (טוב, 17, tov) al cuadrado.
Las frases “bueno en lo malo” (טוב ברע)
y “malo en lo bueno” (רע בטוב) sólo aparecen una vez en
la Biblia, yuxtapuestas en el mismo verso –“lo bueno en lo malo ó lo malo en lo
bueno” (Levítico 27:10). En el contexto del verso –la prohibición de sustituir
un “buen” sacrificio por uno “malo” o viceversa –“bueno en lo malo ó malo en lo
bueno” se traduce como “bueno por malo o malo porbueno”. De esto podemos
inferir que si uno ve bueno en lo malo ó malo en lo bueno, en cierto sentido
está sustituyendo el bien por el mal y el mal por el bien.
Pero de la guematria anterior aprendemos que en definitiva
al ver el bien en el mal y el mal en el bien, y de esa manera sustituir el uno
por el otro, se hace evidente que todo es (para) bien. Esta aparente paradoja
se refleja en la continuación del versículo, que dice que si uno sustituye
bueno por malo o malo por bueno, (y por lo tanto comete una transgresión) ambos
se vuelven sagrados, ¡todo se vuelve bueno!
Relativamente, lo malo está en la superficie de lo bueno, es
la “cáscara” del bien (cuyo máximo propósito en la creación es proteger el
bien, el “fruto,” y permitir que crezca y madure). El bien, por otro lado, está
oculto dentro del mal, por eso que es más difícil ver lo bueno en lo malo, que
lo malo en lo bueno. Los sabios nos enseñan que incluso los malvados de Israel
están llenos demitzvot (buenas obras) como una granada está llena de semillas
(su fruto).
En la Cabalá, el “proceso de clarificación” (עבודת הבירורים, avodat habirurim) es separar lo bueno de
lo malo, lo que por supuesto sólo puede lograrse si uno es capaz de ver, de
identificar, lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno. El ojo derecho
rectificado es capaz de identificar lo bueno en lo malo y extraerlo a fin de
guardarlo. El ojo izquierdo rectificado es capaz de identificar el mal en el
bien y extraerlo a fin desecharlo. La extracción real, tanto de lo bueno de lo
malo y lo malo de lo bueno, es realizada principalmente por la mano derecha (el
órgano “controlador” del mes de Tamuz, como se explica en el Libro de la
Formación), la mano de la bondad.
Rav Ginsburg
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